A mediados de los ochenta, parecía que Bernard King estaba destinado a ser uno de los mejores aleros anotadores de todos los tiempos cuando una grave lesión le robó la gloria que se merecía. Nacido en Nueva York el 4 de diciembre de 1956, King era un alero de poco más de 2 metros que se caracterizaba por tener un cuerpo fibroso y extraordinariamente ágil. En cierto modo, él fue un precursor del jugador de perímetro tremendamente atlético que acabaría imponiéndose poco después en la NBA. Su especialidad era jugar de espaldas a la canasta, buscando el rival, realizar un revés insuperable para ganar un mínimo espacio y realizar un tiro prodigiosamente veloz y letal. A fecha de hoy, ningún jugador de perímetro ha conseguido jamás anotar más de 20 puntos por partido con unos porcentajes de tiro tan increíbles como Bernard King antes de sufrir esa maldita lesión.
Los mejores años de King fueron a mediados de los ochenta jugando para el equipo de su ciudad natal, Nueva York. Llegó a la Gran Manzana en el año 1982 como a agente libre. Tenía 25 años camino de los 26. King ya había destacado anteriormente, tanto en la universidad de Tennesse (con promedios de 25 puntos por partido con un alucinante 60% de acierto en tiros de campo) como en la NBA (siempre con medias de más de 20 puntos por partido y más del 50% de acierto en tiros de campo). Desgraciadamente, no sólo había destacado en la cancha. King tuvo muchísimos problemas fuera de las pistas, empezando por una indecente afición a las bebidas alcohólicas. Era, en definitiva, un jugador conflictivo, también en ese aspecto un precursor del comportamiento irreverente de muchos jugadores actuales.
Aunque fue en Nueva York donde más destacó, no podemos narrar los mejores años de King sin antes recordar la temporada 1981-82, en las cual anotó 23 puntos por partido con un acierto del 59% en tiros de campo. Incluso los dos genios del basket, Magic y Jordan, jamás consiguieron una anotación tan eficiente siendo primeras referencias ofensivas. Pero nada de esto es comparable a lo que estaba por venir. En la Gran Manzana, King se destaparía para mostrar al mundo entero su enorme talento, sobretodo en las temporadas 1983-84 y 1984-85.
En enero de 1984, por ejemplo, King ofreció una de las mejores actuaciones individuales de la historia de la NBA. Primero completó un partido de 50 puntos con casi un 90% (!) de acierto en los tiros de campo (20 lanzamientos anotados y fallando tan sólo 3 tiros). Poco después acabó el siguiente partido con más de 50 puntos, logrando la hazaña de anotar más de 100 puntos consecutivos con un acierto del 70% en tiros de campo.
No menos espectaculares fueron los playoffs del 1984 en los cuales King promedió casi 35 puntos por partido con un 58% de acierto en los tiros de campo. Y eso jugando primero contra los jóvenes Detroit Pistons de Isiah Thomas y Bill Laimbeer (todavía sin Joe Dumars y Dennis Rodman) y después contra los míticos Boston Celtics del Big Three original (Bird, Parish y McHale). Evidentemente, los orgullosos verdes se impusieron, pero King dejó una profunda huella en el Madison y en el Garden.
Fue en la temporada 1984-85, cuando sucedió la tragedia. Lideraba King la tabla de anotación de la NBA con una media de casi 33 puntos por partido cuando en marzo de 1985, la futura leyenda de la NBA se apagó de repente por culpa de una grave lesión de ligamientos en la rodilla derecha. Poco después, en el draft de aquel año, los Knicks se hacían con el poderoso center Patrick Ewing. Siempre nos quedaremos con las ganas de saber que hubieran podido hacer semejantes jugones en un mismo equipo. Después de pasarse casi 2 temporadas en blanco, King volvió a jugar, però ya nunca más fue el invencible alero de principios de los ochenta. Se retiró definitivamente el 1993 con 36 años y casi 20.000 puntos en sus espaldas. Afortunadamente, los del Hall of Fame se acordaron de él 10 años después.