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BLANSKET: Historia del baloncesto: La canasta que cambió las normas

viernes, 5 de octubre de 2007

Historia del baloncesto: La canasta que cambió las normas

Si en la anterior entrega de “Historia del baloncesto” nos remontábamos hasta el año 1972, en esta ocasión seguimos rebobinando la cinta de la historia y retrocedemos diez años más, hasta el año 1962.

Estamos en una época donde el baloncesto comenzaba a abrirse camino en Europa y las competiciones continentales estaban dominadas por los equipos del este de Europa, soviéticos, búlgaros, checos etc.

En este marco nos encontramos con dos de los pocos equipos de Europa Occidental capaces de plantar cara a la hegemonía del este, el Real Madrid y el Ignis Varese.

En los cuartos de final de la V Copa de Europa, temporada 1961-62, el campeón español debía medirse al campeón italiano por el pase a las semifinales. En esta época los enfrentamientos se producían a doble partido, uno en casa de cada uno de los contrincantes, pasando a la siguiente eliminatoria el equipo con mayor suma de puntos en el global de la eliminatoria. El sorteo decidió que el primer partido se disputase en campo italiano y el partido de vuelta en la capital española.

Se ofreció al conjunto de Varese la posibilidad de jugar en el Palacio de Deportes de Milán, flamante pabellón con capacidad para 6000 espectadores. En cambio, el comendatore Borghi, amo y señor del equipo así como de la factoría Ignis, tenia su propia idea, crear un auténtico infierno en el modesto campo de Varese de forma que la presión pudiera con los jugadores madridistas y el colegiado, y conseguir una renta suficiente para ir a Madrid con garantías.

El partido, de esta forma, se celebró el día 18 de enero de 1962 en Varese, un pueblecito cercano a Milán donde estaba ubicada la factoría de Ignis, que daba trabajo a la mayor parte de la población. El campo era una especie de caja de cerillas, unos minúsculos 24 por 13 metros de suelo de cemento y escasa iluminación. El público no tenía sitio para acomodarse en las gradas y llegaba a pisar las propias líneas del campo. El ambiente era ensordecedor, con 2000 enardecidos hinchas italianos gritando sin desmayo su clásico “¡Forza, Varese!”.

La plantilla del Real Madrid estaba entonces formada por Emiliano Rodríguez, Carlos Sevillano, José Lluis Cortés, Wayne Hightower, Stan Morrison, Lolo Sáinz, Julio Descartín, José Ramón Durán, Llopis y Lorenzo Alocén con Pedro Ferrándiz al mando del equipo. Durante el encuentro se fue confirmando el temor de un ambiente infernal que avanzaba conforme discurría el mismo.

Aún así el Real Madrid era un equipo curtido en mil batallas acostumbrado a jugar en ambientes igualmente hostiles y los de Pedro Ferrándiz no se amilanaron tomando el mando con autoridad desde el inicio del choque.

Durante todo el primer tiempo el Real Madrid mantuvo una cómoda ventaja oscilando en torno a los 10 puntos 10-20, 18-29, 26-38 y 36-44 en el descanso.

Conforme discurría el encuentro el árbitro francés De Redevilher comenzaba a perder aplomo ante la presión de la hinchada varesina, anulando hasta 6 canastas del Real Madrid en este segundo tiempo. El Ignis impulsado por el aliento de sus aficionados recortaba las distancias mientras que los madridistas perdían fuelle muy castigados por las faltas personales y por la lesión de la estrella merengue, Wayne Haytower, merced a la dura defensa del italiano Gavagnini.

A dos minutos del final el Madrid seguía manteniendo 10 puntos de diferencia pero iban al banco por cinco personales Sevillano y Morrison, con Emiliano, Lluis y Lolo con 4 personales. A falta de 27 segundos parecía que el Madrid, que vencía 75-80, salvaría la situación pero 5 puntos fugaces del húngaro Toth igualaban el encuentro a falta de dos segundos, momento en que Pedro Ferrándiz solicitó tiempo muerto. El Real Madrid tenía apenas dos segundos para conseguir una canasta o sufrir 5 minutos más en el infierno varesino mermados por las bajas.

El genio alicantino apenas necesitó 15 segundos para explicar la jugada maestra y posteriormente se dedicó a extenderse en su explicación: “Nada más anotar la canasta salid corriendo por si hay problemas”, comentó el entrenador. El encargado de sentenciar el partido sería Lorenzo Alocén, un pívot zaragozano con nervios de acero, que había salido en sustitución del eliminado Morrison. Alocén no había anotado en todo el encuentro pero aún así había confianza en su temple.

Los jugadores locales bajaron a defender dispuestos para la prórroga. Hightower estaba en el ataque con los italianos, Lolo Sáinz en el centro del campo, Lluis sacando de fondo y Emiliano estaba situado bajo la propia canasta del Real Madrid junto con Alocén.

Y llegó el momento que marcaría un hito en la historia del baloncesto, Lluis sacó de fondo el balón hacia Alocén, y este, sin que le temblara el pulso, anotó limpiamente ¡en propia cesta!

Los dos únicos puntos de Alocén en ese partido se anotaron al capitán italiano Gavagnini, una canasta que cambió las normas.

Uno de los árbitros dudó en señalar una técnica, pero finalmente no se decidió a hacerlo, ya que el público se volvió loco de alegría pensando que Alocén se había equivocado. Los hinchas italianos celebraban la victoria jaleando a Alocén por su “error” mientras los madridistas salían corriendo de aquel infierno hacia los vestuarios.

Toth se dio cuenta enseguida del verdadero trasfondo de la jugada, el Real Madrid había sacrificado una derrota por dos puntos antes de verse abocado a una prórroga de cinco minutos donde la derrota sería más abultada. Corríó la voz y el público montó en cólera volviéndose más irascible, si cabe, de lo que había estado durante todo el encuentro.

Más tarde el propio Ferrándiz explicaría así la jugada:

“Ya había hablado con los jugadores de una contingencia parecida y la conclusión a la que habíamos llegado es que más valía perder por dos puntos, que se podían remontar en casa, que ceder una prórroga en la que podíamos recibir un revés importante.

El asunto era que si le dábamos el balón al adversario, como si nos hubiésemos equivocado, a lo mejor no querían o no acertaban a meter canasta. Había que hallar un método infalible y yo creía tenerlo. La solución me parecía obvia: se trataba de romper el empate con una canasta introducida en el aro propio y esto ya lo habíamos discutido varias veces; la última, en el hotel donde nos alojábamos.

Quiero decir que no fue un arranque de genialidad, sino el fruto de una reposada meditación anterior, así que cuando pedí el tiempo muerto fue simplemente para ordenar las ideas y que no hubiese dudas sobre quién tendría que hacer cada cosa”.

La escuadra varesina protestó ante la FIBA por la autocanasta. Clamaron en vano, por más que la razón moral estuviese de su parte. El Real Madrid no había vulnerado ningún artículo del reglamento, así que el resultado tuvo que darse por bueno. Unos meses más tarde, en la siguiente reunión de los prohombres de la FIBA, alguien llevaba preparada una enmienda que se incluía en el reglamento como un apartado con validez para la Copa de Europa y todas las demás competiciones: “La autocanasta anotada en los últimos instantes de un partido que evite un empate como resultado final, comportará la inmediata descalificación del equipo al que pertenezca el jugador autor de la autocanasta”.

A partir de aquel momento la FIBA modificó el Reglamento, sancionando al equipo que hiciera este tipo de acciones con 1000 marcos de multa – eran otros tiempos – y la exclusión de participar en competiciones europeas.

Antes de esta reunión de la FIBA se había disputado el partido de vuelta, jugado en el Frontón Fiesta Alegre el 7 de febrero de 1962, el cual fue un paseo para el Real Madrid, venciendo al Ignis por 83-62, remontando los dos puntos de renta italiana.

Aquella temporada el Real Madrid se convertía en el primer equipo del otro lado del telón de acero en jugar una final de la Copa de Europa, que por primera vez se jugaba a único partido en campo neutral. El rival, el Dínamo de Tbilisi, la ciudad, Ginebra, el resultado 90-83 para los soviéticos, pero esa, es otra historia.

7 comentarios:

Abdul Alhazred dijo...

Grandísimo relato y grandísima la picardía de los madrileños. Qué cracks ;)

Anónimo dijo...

gran istoria manolo aunke yo ya la conocia. deveria de estar permitido anotar en propia

bibby

Anónimo dijo...

jajaj que curioso, que astutos los madrileños xD gran articulo :P

Lebrom

Bayo92 dijo...

Grandioso artículo, como todos los que haces.

Roberto Polo dijo...

jajaj, que guarretes los merengues jajaja, pero bueno la ley es la ley y se tiene que aprovechar todas las fisuras que tengan aunque sean una cerdada. Gran articulo manolo, siento no haberlo leido antes, pero no he tenido tiempo hasta ahora. muy buenosi señor,cada día aprendo más con vosotros, el objetivo de este proyecto se esta cumpliendo.

Anónimo dijo...

Muy buena historia, me imagino la cara de los italianos cuando se descubre la estrategia del Madrid.

Anónimo dijo...

Impresionante...la cara que se les quedaria a los aficionados y jugadores italianos al darse cuenta que jaleaban erroneamente al madrid seria de concurso...supongo que por ese tipo de cosas ferrandiz esta en el hall of fame...no?