Cuentos: Volver a los orígenes

Siguiendo la línea que ya abrió Don Gato con el primer cuento continúo la serie con este pequeño relato. Aunque la situación y los personajes son reales, la historia que se cuenta es completamente ficticia y como se suele decir, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Espero que os guste y os animeis a mandar vuestros cuentos sobre baloncesto.

Silencio, tensión, concentración, un sordo rumor a lo lejos indica que el estadio poco a poco se va llenando de gente, el público empieza a tomar asiento mientras las cámaras y comentaristas se preparan para transmitir a millones de personas la pasión del baloncesto. Pero en el vestuario todo es silencio, la soledad del jugador, sentado, sumido en sus pensamientos, aguardando el momento de saltar a la pista. Tras seis duros partidos ha llegado la gran noche donde todo se decidirá, la que separa el fracaso de la gloria, no puede volver a repetirse la derrota del año pasado, esta vez no.

Se acercan unos pasos, tranquilos y firmes, se abre la puerta y se rompe el silencio del momento.

- Muchachos, ha llegado la hora, prestadme un minuto de atención.

La charla técnica minutos antes del partido, un ritual en el que se repasan los puntos clave a tener en cuenta, defensas, ataques, estilo... Todos levantan la cabeza y miran fijamente hacia la pizarra con la vista perdida, como el soldado antes del combate que sabe que, para bien o para mal, decidirá su destino.

Riley abre su carpeta, se da la vuelta y cuelga algo en la pizarra. Una fotografía de un niño sonriente sosteniendo un balón de baloncesto. Se gira, mira fijamente los rostros cargados de tensión de sus chicos y pregunta:

- Después de seis partidos creo que ya sabéis bastante sobre vuestros rivales. Hoy quiero enseñaros algo sobre vosotros mismos. ¿Alguien puede decirme lo que ve en la foto?”

Sorpresa en los rostros de los jugadores que ya vislumbran la jugada pero no se anticipan a los pensamientos de su entrenador. Todo el mundo guarda silencio mientras Riley posa su vista en los ojos de cada uno de ellos. Tras unos segundos alguien se anima:

- “¿Un niño, señor?”, dice Worthy desde un rincón del vestuario.

- Vaya, parece que por fin veo algo de talento en este vestuario.

Las risas ayudan a relajar un poco el ambiente.

- Efectivamente, es un niño jugando al baloncesto. Quiero que miréis su cara, sus ojos, analizadlo y ahora pensad en vosotros cuando teníais esa edad.

Tras un minuto en el que deja reflexionar a sus hombres vuelve a tomar la palabra.

- Dime, Kareem, ¿recuerdas cuando eras un chiquillo y jugabas en los ‘playgrounds’ de Nueva York?

- Por Dios señor, no me haga esto. Cuando yo era un chiquillo aún cazábamos bisontes en las praderas, ¿cómo quiere que lo recuerde?.

Más risas, Kareem a sus 36 años es un ídolo tanto fuera como dentro de la cancha. Sabe que esos muchachos dependen de él y de que mantenga la serenidad en los momentos clave. Curtido en mil batallas, su rostro refleja concentración pero a la vez confianza y serenidad.

- Sí señor, lo recuerdo perfectamente. Los partidos en Rucker Park y Queens contra aquellos muchachos de ‘Philly’, asfalto, aros y tableros de metal y una gastada pelota.

- “Tú tendrás menos problemas Byron”, dice de nuevo Riley.

El novato Scott, a sus 22 años, levanta la vista y responde con un titubeo...

- Eh....sí, claro señor, hasta hace no mucho aún jugaba con mis amigos en las calles.

- Bien, pues esto es lo que quiero que entendáis esta noche. Hubo un momento en que el baloncesto era para vosotros lo que es para este niño. No había más que el amor al baloncesto, jugar por divertirse, por competir, por demostrar que sois mejores que esos chavales que tenéis delante. No había millones de espectadores pendientes de vosotros, ni contratos millonarios, ni anuncios publicitarios. Sólo el balón, la canasta, el rival, y la pasión por el deporte. Volved a vuestros orígenes, recordad cómo érais cuando jugábais en esas pistas de asfalto al aire libre, olvidaos de las zapatillas caras, los periodistas enchaquetados y sacad todo ese talento que lleváis dentro porque os digo una cosa, podéis ganar o perder esta noche, pero si jugáis con la pasión de esos niños que fuísteis, pasareis a la historia, os lo aseguro. Son los sentimientos los que mueven a la gente, las victorias y las derrotas se almacenan en los libros, apiladas unas sobre otras, pero en la memoria y en el corazón de los aficionados quedarán aquellos que llegaron a emocionarles.

En ese momento se hizo el silencio de nuevo, Riley miraba las caras de sus jugadores mientras el mensaje empezaba a calar en cada uno de ellos. El primero que tomó la palabra fue Magic con una frase que resumía las palabras de su entrenador. De pie, con su eterna sonrisa en la cara, dijo a sus compañeros:

- “It’s show time!” (¡Es la hora del show¡)

Mientras salía corriendo del vestuario hacia la pista llenando de ese espíritu pasional a sus compañeros.

Aquella noche de 1984 en Boston, los Lakers perdían su segunda final consecutiva, pero se iniciaba una era que casi un cuarto de siglo más tarde se recuerda como una de las más brillantes del baloncesto mundial, la era del Showtime.