ES TODO FÍSICO

Pocos deportes concentraron tanto esfuerzo en la búsqueda del superhombre como el Baloncesto. Si el resto de disciplinas priorizó a los ejemplares más ágiles, fuertes o rápidos, el nuestro lo hizo además con los más altos y grandes, con los mayores tamaños. El lema “es todo físico”, objeción que tanto vale para censurar jugadores como una liga entera, es un fenómeno propiamente actual que parece haberse instalado en amplias porciones de público.


Hasta hace bien poco los mayores tamaños -Bol, Muresan- movieron al espectador al desafecto, la compasión o la burla. Si para algunos el físico actuaba como inconveniente para otros parece hacerlo ahora como ventaja. “Es más alto y rápido que yo”, sentenciaba Bird sobre Nowitzki. Sorprende sin embargo que este gigantesco avance, el más dramático que ha conocido nuestro juego desde el reloj de posesión, no sea del todo bien visto. Es como si la irrupción de los físicos más sobresalientes fuera inmediatamente objeto de recelo cuando no de censura.

De la misma manera que aceptamos la existencia de una inteligencia técnica hemos de hacerlo con una de las mayores fortunas del deporte, la inteligencia física, gracias a la cual sementales como Shaquille O’Neal o LeBron James escenifican el Baloncesto como una potencia liberada, como otra nueva amenaza que haga saltar las alarmas de toda la escena.

No hay más grata noticia para el Baloncesto que la emergencia de un nuevo físico fabuloso. Pues cada vez que uno nuevo aparece la técnica pone manos a la obra abriendo nuevos espacios donde prosperar. Y no a la inversa. El límite de lo técnico está más cerca que el límite de lo físico. De hecho aquél precisa de éste para avanzar. Y sin embargo la jerarquía moral del juego lo sigue relegando a un segundo plano.

Por todo ello no es posible oponerse a la presencia de las superanatomías sin estar haciéndolo con el Baloncesto mismo. Carece de lógica condenar al cuerpo y absolver a todo cuanto no parezca provenir de su atlética efervescencia. El mayor error del detractor de lo físico –con frecuencia un incondicional de lo táctico–, es considerar que el privilegio físico resulta incompatible con la virtud técnica. Pocos recursos más intelectuales que la destreza del cuerpo más privilegiado. Y ningún recurso más prioritario y hermoso que el cuerpo.

Basado en un artículo de G. Vazquez