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BLANSKET: Ángeles Caídos: Len Bias

domingo, 6 de enero de 2008

Ángeles Caídos: Len Bias

En la historia que hoy nos ocupa trataremos uno de los casos más tristes que haya conmocionado nunca, ya no sólo el baloncesto, sino el deporte en general. Leonard Kevin Bias nacido el 18 de noviembre de 1963 en Landover, Maryland, justo en el momento cumbre de su carrera, cuando parecía que sería uno de los mejores baloncestistas de todos los tiempos y marcaría una época en la NBA, fallecía el 19 de junio de 1986, tan sólo horas más tarde de ser seleccionado por los Celtics en el fatídico draft de 1986 que tratamos en una entrega anterior de la Historia del Baloncesto.


Volvamos atrás en el tiempo, hasta el año 1986. Mike Tyson era invencible, Eddie Murphy estaba en la cresta de la ola, Don Johnson era el hombre más deseado del mundo y Michael Jackson todavía no parecía un alien. Larry Bird era básicamente el rey de la NBA y Ronald Reagan controlaba el famoso botón nuclear. Han pasado más de veinte años, veinte años que no han conseguido borrar la huella de Len Bias.

Lenny inició su andadura en el deporte de la canasta en el Northwestern High School de Hyattsville en Maryland al que iba andando desde casa. En su último año de instituto anotó más de 25 puntos por partido lo que le abrió las puertas de todas las universidades del país North Carolina le parecía demasiado grande, quería algo más pequeño como North Carolina State, pero tras una charla con el entrenador, Jim Valvano, en la que confesaba que no se haría cargo de la educación del joven Lenny, porque “para eso ya tenemos a otras personas”, el padre de Bias decidió que siguiera cerca de casa.

Los Terrapins de la Universidad de Maryland incorporaban a la estrella local y veían como el joven Bías tenía ya desde su primera temporada, en 1982-83 un buen rendimiento pero lo verdaderamente sorprendente fue el progreso de cada temporada hasta su explosión definitiva en su año senior, 1985-86. A pesar de todo los inicios fueron duros. A punto estuvo de abandonar Maryland para ir junto a Valvano debido a que no contaba con los minutos que él creía que merecía. Tras una profunda reflexión Driesell cambió su estilo y apostó definitivamente por Lenny, el cual no decepcionó. Bias, con unos promedios de más de 23 puntos y 7 rebotes por partidos y un fabuloso porcentaje de casi el 55% en tiros de campo acumulaba premios universitarios mientras los ojeadores de la NBA se frotaban las manos ante el que estaba considerado como uno de los mejores jugadores del país, y proyecto de ser uno de los más grandes jugadores de la NBA en los siguientes años.

Su gran momento de gloria llegó en el partido ante los Tar Heels de North Carolina, uno de los mejores equipos del país y que contaban con la otra gran estrella universitaria del momento, el pívot Brad Daugherty.

Las palabras del propio Daugherty explican la sensación de dominio del alero de Maryland:

"Recuerdo un partido en nuestra cancha, Joe Wolf comenzó sobre él y no pudo hacer nada. Entonces el Entrenador Smith lo intentó con Warren Martin (2,13). Más tarde me pidió a mí que lo intentara. Simplemente me sacó al exterior. Yo era 10 centímetros más alto, pero no podía acercarme a su tiro en suspensión. Nunca olvidaré cómo se elevaba cuando lanzaba en suspensión", dice el ex de los Cavaliers y actual analista de la ESPN. "Se elevaba más que nadie que haya visto realizar ese lanzamiento. La mayor parte de la gente, incluso Michael Jordan, lanzaban a mitad del salto, pero no Lenny. Lanzaba el balón en cada suspensión justo en el pico del salto. Tenía un grandísimo juego en la media distancia. Era letal entre los 3 y 5 metros”.

Aquella noche, Bias machacaba él solo a la UNC con 31 puntos, pero aún así los Tar Heels se mantenían 8 arriba a falta de 3 minutos gracias a su juego colectivo pero apareció el genio. “Te juro que me dije: ‘Se acabó. Esto es mío’. Yo no iba a dejar que perdiéramos allí”. Tras una nueva suspensión anotada, la enésima durante aquella noche, se dio la vuelta para volver a la defensa, pero con un movimiento felino se giró para interceptar el saque de fondo de la UNC, en ese momento podías escuchar como se helaba la sangre en las venas de Dean Smith. Tras ese robo Len forzaba una prórroga con un mate de espaldas que lo catapultó a la fama. Una prórroga que sólo tuvo un dueño.

Scoop Jackson, analista de ESPN catalogó aquella jugada como “el mate de Jesús”, explicándolo de la siguiente forma:

“Fue un mate de espaldas, y Bias, al soltarse del aro extendió sus brazos … hacia fuera … mientras aún estaba en el aire … como si estuviese en la cruz … como si fuese Cristo. Durante los 3,05 que separan el aro del suelo pareció flotar hacia la pista, con los brazos aún extendidos, las palmas aún abiertas. Era como si descendiese del cielo a la Tierra, por encima del aro. El segundo que le llevó posar sus pies sobre la pista pareció más de un segundo. Parecía que se moviese a cámara lenta, parecía que estaba dejando al mundo conocer cuál era su destino, lo que estaba destinado a ser”.

Tras el partido, el entrenador de Bias, Lefty Driesell, dijo: "Si Lenny Bias no es el mejor jugador del mundo, no sé quién es".

Este fue el momento por el que a pesar de todo lo que sucedió posteriormente en su carrera y en su vida alcanzó la cima y será recordado de por vida como uno de los mayores jugadores de baloncesto de todos los tiempos.

¿Realmente era tan bueno?


Algunos afortunados hemos podido ver algunos partidos suyos que pululan por Internet, otros han oído su nombre y conocen su historia, para otros es un completo desconocido. Dejemos que los expertos que lo siguieron durante años hablen sobre este genio del baloncesto y nos lo presenten.

Michael Wilbon, uno de los más destacados periodistas deportivos de los Estados Unidos comenta: "Yo veía a grandes jugadores tanto de la ACC como de la Big East cada noche". "Jordan. Ewing. Mullin. Sampson. Más tarde, David Robinson. Pero Bias fue el más deslumbrante jugador universitario de ese grupo. Su suspensión era absolutamente pura. Quiero decir, Michael Jordan, en su época, habría matado por esa suspensión. Y Bias era 6 centímetros más alto".

Según Scoop Jackson: “Para ser sinceros, él era simplemente LeBron James antes de que LeBron James naciera. De la misma forma que comparamos hoy a Dwyane Wade con Jordan, colocándolos en su época al mismo nivel, si Len Bias hubiese vivido, LeBron James sería el elegido para seguir con su legado. Sólo que nos estaríamos preguntando si LeBron sería tan bueno como él”.

"Era un espécimen físico", dice Johnny Dawkins, asistente de Duke que fue contemporáneo de Bias en el instituto y universidad. "Tenía un tiro en suspensión muy suave, y se elevaba tanto que nada le afectaba. Habría sido un jugador terrorífico en la NBA".

Bill Simmons, columnista de ESPN lo define como: “Un James Worthy más físico, pero con la capacidad de salto de Michael Jordan”.

El equipo de Northeastern de Jim Calhoun se enfrentó con Maryland y la impresión de su técnico fue: "Nosotros éramos realmente buenos, pero él dominó todo el partido. Era más grande, más fuerte y más rápido que cualquiera de los nuestros. Era uno de esos extraños tipos a los que miras y dices, `Sabes, va a ser especial'".

El actual entrenador de la selección de los Estados Unidos, Mike Krzyzewski dijo en una entrevista sobre Bías años atrás: "Este es mi vigésimo cuarto año como entrenador de Duke, y en todo ese tiempo sólo he visto dos rivales fuera de lo común: Michael Jordan y Len Bias. Len era un atleta absolutamente sorprendente con una gran competitividad. Creo que hubiese sido uno de los mejores jugadores de la NBA. Creaba cosas. La gente asocia el término “playmaker” (crear juego) a los bases. Pero yo considero un “playmaker” a alguien que hace cosas que otros no pueden hacer, de la forma en que Jordan lo hacía. Bias era como él. Podía inventar formas de anotar, y no había nada que tú pudieras hacer. No había forma de defenderlo, podía crear la jugada".

Hablando con el ex-General Manager de los Celtics, Chris Wallace nos cuenta: "Era un jugador tremendo, casi infalible, que iba a ir al equipo perfecto". "Era casi demasiado bueno para ser verdad".

Olvida el “casi”, dice el ex-presidente de los Pacers, Donnie Walsh, cuyo equipo usó la cuarta elección del 86 para escoger a Chuck Person, uno de los pocos que se salvaron de la quema de aquella hornada. "Los Celtics acababan de ganar el título. Tenían a Bird, McHale, Parish, y Walton. ¿Y ahora conseguían a Len Bias? Recuerdo haber pensado, `Esto no es justo'".

Esta “injusta” circunstancia se produjo merced a un traspaso orquestado en la temporada de 1984, cuando Jan Volk, General Manager de los Celtics, traspasó a Gerald Henderson a los Sonics a cambio de su primera ronda del Draft en el 86. Volk trataba de dar mayor tiempo en pista a un joven Danny Ainge, pero se encontró con la inesperada colaboración de los Sonics que con 37 partidos ganados esa temporada le regalaban el número dos del draft a los Celtics, actuales campeones de la NBA.

A pesar del consenso entre los especialistas, que daban un empate técnico entre Bias y Daugherty como los mejores jugadores universitarios del año, el mítico Red Auerbach lo tenía clarísimo.

"Oh, sí, definitivamente lo quería", dice Auerbach. "Absolutamente. Porque era un jugador total. Podía manejar el balón, podía lanzar, y era justo lo que necesitábamos".

En una charla entre Dave Gavitt, comisionado de la Big East y Auerbach ambos intercambiaron impresiones sobre Bias:

“Créeme, Red, es lo que necesitas”.¿Estás seguro?, preguntó Auerbach. No. Es más de lo que necesitas. Gavitt era un hombre lapidario.

"Recuerda que en 1986 Michael Jordan aún no era `Michael Jordan'", dice Volk. "Y en los informes de ojeadores, es algo habitual hacer comparaciones entre jugadores. Nuestro informe básico caracterizaba a Bias como un `tipo de Michael Jordan más grande, con un mejor tiro en suspensión, pero que no penetra tan bien'".

Ainge había jugado contra Bias en Marshfield durante el verano de 1985. "Era perfecto para nosotros”, dice el actual General Manager de los Celtics. "Nunca había estado tan entusiasmado. Con Kevin, Robert, y Larry, él nos daría una rotación perfecta. Lo vi como un encuentro perfecto entre él y la franquicia".

El papel de Bias en aquel campus de Marshfield fue algo más que estelar. Auerbach, Jones, Rodgers y Ford quedaron prendados de lo que, en realidad, ya sabían. A una acción de absoluta contundencia del muchacho en los dos aros, un antiguo terrapin, Buck Williams, se había levantado del asiento contrariando su aspecto de hombre calmo: “¿¡Has visto eso!? ¡Este chico es increíble!”. De no ser por la incesante resonancia del balón sobre el parqué, hasta podrían haber llegado a los oídos de Len algunas perlas procedentes de la grada cuando Jan Volk, y Ed Badger, su ojeador principal, dejaron a un lado sus libretas. “Te lo dije. Es nuestro hombre”. Demasiado lo sabía ya el viejo, a quien le unía una estrecha amistad con el entrenador del chico, Lefty Driesell, lo que había facilitado aún más las cosas. “Len, si me das tu palabra, yo te daré la mía –le había prometido Auerbach en una cena con el chico y sus padres al término de su año junior–. Si te presentas a ese Hardship Draft ahora no creo que pases del 15. Pero si esperas al año que viene y te gradúas jugarás con nosotros. Jugarás en los Celtics”.

Larry Bird estaba igualmente encantado, declarando que estaba tan entusiasmado que iba a volver antes al trabajo para ver al chico.

Bias no sólo era un gran proyecto, sino que también era el proyecto perfecto para el equipo al que se unía. Podría haber jugado tras Bird y Kevin McHale, y Auerbach cree que este grupo se habría mantenido durante años.

"Nos habría permitido recortar los minutos de ambos y así alargar sus carreras", dice Dawkins. "Perderlo retrasó a los Celtics al menos una década".

Pero, si Bias era tan extraordinario, ¿cómo pasó al número dos del draft?
Philadelphia tenía la primera elección, pero los 76ers tenían un sentimiento extrañamente ambivalente. "Nunca nos sentimos cómodos con este draft", dice Pat Williams, que estaba en sus días finales como General Manager de los Sixers. "Pesábamos que Daugherty era blando. Y Jack McMahon, nuestro jefe de ojeadores, no quería a Bias. Lo recuerdo diciendo, `Simplemente, hay algo que no me gusta de ese chico'. Y Jack simplemente pasó. No era infalible, pero era muy bueno, y no solía preguntarle sobre cuestiones personales".

Los Sixers traspasaron su elección a Cleveland a cambio de Roy Hinson como parte de una reestructuración completa que incluía también el traspaso de Moses Malone y otras consideraciones sobre Jeff Ruland y Cliff Robinson. Nada de eso dio resultado debido a una lesión. "Fue la noche del draft desde el Infierno", dice Williams.

¿Era McMahon capaz de ver el futuro? ¿Sabía algo acerca de los hábitos nocturnos de Bias? Nunca lo sabremos. Falleció a finales de los años 80 sin hacer ninguna declaración sobre sus reservas ante Bías.

La noche del draft

Un sonriente mocetón, aún más alto que él, estrechó con fuerza su mano en el Felt Forum. “Hola, Chris Washburn, Carolina del Norte”. Con seguridad aquel tipo alcanzaba los dos diez. “Len Bias, Maryland”, correspondió como un autómata. “Lo sé, Len. Nos han puesto juntos. Eso está bien, porque yo estoy bastante nervioso”. No más que él. “¿Sabes ya dónde irás?”. Pero Len, ante la sorpresa de su padre, junto a él, se encogió de hombros. Acaso la pregunta le había cogido desprevenido. O simplemente temía confesarlo, como quien cruza los dedos ante un suceso crucial.

Tras salir Daugherty al estrado todo sucedió como una película de la que él extrañamente tomaba parte. “Eh, Lenny, ¿estás preparado para ir a Boston?”. Esta vez asintió con la cabeza a Washburn porque el sueño ya estaba en marcha y nada podía quebrarlo. “Pues mejor será, porque tú eres el siguiente”. Para entonces Len ni sintió el manotazo en su hombro ni el mismísimo techo de habérsele caído encima.
”Con el número 2 en el draft de la NBA los Boston Celtics seleccionan a ...”. – ¿por qué tardaba tanto? – Len Bias, de la Universidad de Maryland.

Supo entonces que alguien le situaba en el mejor lugar del mundo, que de repente se había vuelto completamente verde mientras caminaba por el pasillo central de la abarrotada sala. El resto de la velada desapareció para él como si nada más existiera. Así que cuando minutos más tarde proclamaba a la prensa “es un sueño, es un sueño hecho realidad” y prometía su entera vida a los Celtics no supo de las declaraciones de Badger comparando su irrupción en la liga “a la explosiva manera de Michael Jordan”, ni tampoco de las del más jubiloso Red Auerbach: “Es un gran deportista. Le he visto jugar muchas veces. Le he visto entrenar. Tiene los mejores hábitos que uno puede desear. Es un chico ideal. ¿Has oído alguna vez la expresión ‘seguro de vida’? Pues Len es nuestro mejor seguro de vida”.

A partir de entonces comenzaba una vorágine de entrevistas, encuentros, reuniones en las siguientes 48 horas. Len Bias era el mejor jugador y se unía al mejor equipo. Acompañado por su padre, de la noche a la mañana se habían convertido en millonarios con el mundo a sus pies.

A la mañana siguiente tenía una reunión con su patrocinador deportivo, Reebok, donde tendría una sorpresa. “Bienvenido, Len –Danny Ainge estaba allí para recibirlo–. Bienvenido al mejor equipo del mundo”. Len estrechó su mano con una mezcla de admiración y remordimiento, pues precisamente había sido Ainge una de sus víctimas en el campus de Marshfield el verano anterior.

Reebok haría de Len Bias el contrapeso ideal a Nike y su estrella Michael Jordan. La marca había decidido emplearse a fondo con ese propósito, pues al día siguiente la misma operación estaba ya concertada con Brad Daugherty. Llegado el momento de estampar la firma Len sintió un alivio infinito. “Cinco años y un total de 1.62 millones. ¿Estamos de acuerdo?”. Luego de una nueva rueda de prensa Len recibía de manos de su agente, Lee Fentress, un anticipo de 15 mil dólares como muestra de confianza.

No hubo respiro. La tarde arrancó en el Blades&Boards Club: fiesta de presentación con miembros destacados de los Celtics y Larry Bird entre ellos. Más focos. “Len, aquí, por favor, ¡sonríe a la cámara!”. Pero ya era difícil hacerlo. Cuando empezó a no saber dónde estaba ni qué era exactamente lo que hacía y por qué, Len sintió que sus palabras al USA Today la víspera de su elección –“Todo esto me está volviendo loco”– cobraban especial sentido aquel miércoles, a cuyo término padre e hijo viajaban otra vez camino del aeropuerto Logan, donde el último avión les llevaría de vuelta a casa, el avión en el que ahora, pasadas las nueve y media de la noche y a doce mil pies de altura, ambos disfrutaban de sus primeros momentos de intimidad.

Cuando James Bias buscó la mano de su hijo lo hizo a sabiendas de sentirlo visiblemente nervioso. Los dos días más agotadores de su vida llegaban a su fin y, sin embargo, no parecía cansado.

Padre, creí que me moría...¿Al salir tu nombre?, dijo James. No, después, la prensa, ayer, hoy, las preguntas, una y otra vez lo mismo, las fotos, las luces, las cámaras encima, la gente... Dios, creí que no terminaríamos nunca. El rostro de James Bias dibujó una amplia sonrisa que parecía comprenderlo todo. Pues más vale que te vayas acostumbrando.

El final

El avión aterrizó y tras un fugaz paso por su casa para saludar a la familia, Len montó en su Nissan 300ZX y salió disparado hacia el campus de la universidad apenas a 15 kilómetros de su hogar. Poco a poco el college se llenaba con compañeros de equipo, amigos de la universidad, Madelyn su última conquista y tras las felicitaciones y abrazos de rigor comenzó el interrogatorio. “Eh, Lenny, ¿de qué vas a jugar?”. “¿Has hablado con Bird?”. Nadie pareció comprender la súbita gravedad su su rostro. “¿Vas a ser titular?”. Las voces de los presentes formaron al cabo un zumbido insoportable. “¿Sabes ya cuánto ganarás?”. La cabeza le estallaba.

Todos callaban cuando Lenny se incorporó, cogió otra vez las llaves del coche y salió apresuradamente de la habitación –“Ahora vuelvo”– dando un portazo. “Eh, Lenny, ¡esa tía puede esperar!” Todos rieron. Poco antes Madelyn se había marchado.

En tres acelerones el coche llegó a su destino, un pequeño apartamento junto al área universitaria. “Soy yo, Brian, abre”. Hey, Lenny, estás vivo, tío. Creí que ya sólo te vería por televisión. Brian Tribble abrazá a Len quien se mostró expeditivo. Oye, ¿tienes algo? Brian abrió la bolsita y vertió sobre la mesa un pequeño montón de cocaína, la suficiente como para abrir bien los ojos. Un minuto después los dos habían terminado. Tribble seguía hablando cuando Len cerraba la bolsita, la guardó y se incorporó. Tenía lo que quería.

“Hay una pequeña fiesta en Cherry Hill sin mucho jaleo, con niñas y tal... Podríamos acercarnos”.
Dejaron el coche en los alrededores del parque, donde se celebraba la fiesta. Había gente, pero no demasiada: la suficiente para que los chicos, la mayoría estudiantes, pasaran un buen rato en compañía de amigos y las amigas de éstos. Len reparó en las miradas curiosas que su presencia despertaba. No obstante sintió un gran alivio al ver que el interés no pasaba de eso y la gente volvía a lo suyo. No reconoció a nadie, al contrario que Tribble, que en camiseta y cortos parecía empeñado en saludar a todo el mundo mientras se pegaba con orgullo a su amigo. Len empezaba a sentirse algo incómodo cuando alguien reclamó su atención por detrás. “Eh, Lenny, me alegro de verte.” “Qué tal, David”.

Era David Driggers, una verdadera amistad de la infancia que se había forjado casi más en las pistas de Landover que fuera de ellas. “Oye, llevo fardando de ti dos días. Espero que sepas devolverme el favor –bromeaba–. Enhorabuena, amigo mío. No sabes cómo me alegro”. La compañía de Driggers le resultó agradable y durante un rato charlaron animadamente.

“Bueno, David, tengo que marcharme. Estoy muy cansado”. Driggers volvió a apretar su hombro. “Espero verte por aquí este verano, antes de que nos dejes para siempre”. Ambos se despidieron.

Pasadas las dos entraban de nuevo al College Park. La noche seguía siendo calma, extrañamente agradable. Todos dormían cuando Lenny sintió que prendía en su interior el ardor de la euforia. Irrumpió por ello en el dormitorio de Long, y luego en el de Gregg. No así en el suyo, donde dormía Keith Gatlin, que escuchó la puerta, las voces, la nevera y el inconfundible sonido de las botellas, pero decidió seguir durmiendo.

Junto a sus compañeros de equipo la fiesta siguió en privado con cerveza y cocaína hasta que apareció Jeff Baxter, también compañero de equipo pero que desaprobaba los dudosos hábitos nocturnos de algunos de sus compañeros. Rápidamente guardaron todo y se sentaron a charlar. El base titular del equipo, escuchó atentamente lo que su amigo contaba, aunque lo hiciera un poco a golpes, con voz entrecortada y gestos muy acusados. “Parece una bombilla antes de fundirse, está a punto de derrumbarse, tiene que estar agotado”, pensó Baxter mientras abría la cerveza que le pasaron. No tenía muchas ganas, le molestaba todo aquel humo y al día siguiente madrugaba para ir a clase, pero qué menos que un cortés rato con Lenny.

Bax y Lenny quedaron solos en el dormitorio mientras el resto salía a seguir vaciando la bolsa de polvo blanco.”¿Por qué no te acuestas? Mañana vas a estar hecho polvo, ¿no crees?” Lenny no contestó. La templanza de Baxter ejercía ahora un enorme contraste con la velocidad de la noche. Su presencia le hizo recordar con fastidio la cita que a la mañana siguiente tenía con un tal John Powers, del Boston Globe. “¿Qué te pasa? Te noto... no sé... nervioso...”

Sin duda lo estaba. Pero consiguió eludir la inocencia de Baxter con hábil sinceridad. Lenny se confesó, ahora sí, largamente. Estaba feliz, eufórico, vivía un sueño, el sueño de su vida, pero tampoco podía ocultar el enorme agobio de los dos últimos días, y aún peor, de lo que ahora se le vendría encima. Una parte de él se mostraba también insegura y así se lo hizo saber a Baxter durante la media hora larga que quedaron a solas. Por un segundo lo pudo ver en sus ojos. Lenny seguía siendo aquel muchacho que apenas había salido de Landover. “¿Tienes miedo?” Lenny resopló.
Baxter se marchó y la noche seguía avanzando, más cerveza y la cocaína seguía pasando de una mano a otra. Recordando partidos y más partidos, escenas y nombres de una juventud en común que ahora parecía decir adiós para siempre, el tiempo no tenía ningún sentido. ¿Qué hora era? Parecían cansados. Todos salvo Lenny, que inmensamente seducido por el poder de la gloria que creía tener en sus manos, volvió a actuar a solas con la bolsa. De inmediato Tribble agarró su brazo. “Eh, tío, vale, ¿no? ¡Vale ya! Acabas de...”. Lenny se soltó de un manotazo. “Déjame en paz, puedo con todo, ¡soy un caballo!”.

La primera luz del día entraba por la ventana cuando Lenny sintió un repentino desasosiego. Algo le aplastaba las sienes. Un fuerte picor recorrió su cuerpo hacia manos y piernas seguido de un intenso escalofrío. Le faltaba el aire e hizo un esfuerzo por llenar sus pulmones. No podía respirar. Gregg y Long seguían hablando pero Tribble notó a su amigo definitivamente extraño. “¿Lenny?”. Pero Lenny no contestó. La barbilla llegó a tocar su pecho antes de derrumbarse hacia un lado de la silla y caer a plomo en el suelo, con medio cuerpo entre las camas. “¡Lenny!”. Comenzaron las convulsiones. Hacia delante, hacia atrás. Su cuerpo se combaba como un arco y las piernas padecían un frenético temblor. De no ser por la moqueta, ya se habría lastimado la cara. No era una broma. En un segundo el pánico se apoderó de ellos. “Joder, ¡qué le pasa!”. Tribble se tiró al suelo. “Agárrale”. Tribble y Long le sujetaron las piernas como si al hacerlo pudieran detener el ataque. De pie Gregg observaba la escena con la sangre congelada. “Es... es... una broma, ¿verdad?”. De pronto el movimiento cesó. Pero Lenny no reaccionaba. No tenía pulso.

Llamaron a una ambulancia en medio del pánico y la confusión, era imposible, Bias era un mulo capaz de aguantarlo todo, no podía estar pasándole esto a él. Eran las siete de la mañana.

En el hospital el cuerpo médico luchaba contrarreloj para que el corazón de Lenny volviera a latir. A las siete y media la sala de espera mostraba una inusual agitación. A David Gregg, Terry Long, Brian Tribble, Phil Nevin, Jeff Baxter y Keith Gatlin se había unido otro compañero de equipo, Speedy Jones, uno de los tres seniors junto a Baxter y Lenny, y el único que parecía entonces poder hablar. ¿Habéis avisado ya a su familia?
Nadie levantó la cabeza. Había que armarse de valor para hacerlo. Lenny se va a poner bien. ¿Para qué alarmar...?

En el quirófano el cuerpo médico a las órdenes del doctor Edward Wilson había seguido una escala muy precisa. Administraron al cuerpo de Leonard epinefrina de sodio. Había perdido toda la adrenalina. Después bicarbonato sódico para normalizar la acidez de la sangre. Y después lidocaína para despertar sus latidos. Y también calcio para hacerlo con el corazón. Y por último, para potenciar el efecto múltiple, una generosa dosis de bretilina. Sin embargo, el corazón de Lenny, siempre tan tozudo, seguía negándose a responder. Había pasado demasiado tiempo. Si volvía a latir el daño cerebral sería ya irreparable.

James Bias que había sido avisado finalmente por Baxter logró al fin deshacerse de los brazos que lo sujetaban tropezando al entrar al quirófano. El cuerpo médico se apartó a su paso y el hombre fue a caer de rodillas junto a la cama sobre la que yacía su hijo. A las 8:55 el rostro de Leonard Kevin Bias era cubierto con una sábana.

Tal vez la historia del baloncesto fuese distinta sin aquella noche. Tal vez con Bias los Celtics habrían dominado la NBA, los Bad Boys nunca hubiesen existido, Michael Jordan no hubiese sido el más grande y los Bulls no habrían arrollado en los 90. Tal vez... pero lo único seguro es que desde ese momento Len Bias se convirtió en el mejor anuncio contra la droga. Tal vez ese sea su legado.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay mucha hipocresía en general sobre el abuso de drogas, más del 50% de los jugadores de la NBA han fumado o fuman marihuana "de vez en cuando".

No me atrevo a decir lo mismo sobre la cocaína, pero según el último convenio de jugadores a los "veteranos" se les exime de pasar por controles de estas sustancias.

El alcohol también está asociado a los ratos libres de los jugadores, ya sea en los clubs nocturnos o en las habitaciones de los hoteles. Casos recientes como los de Vin Baker o Eddie Griffin, que triplicaba la tasa de alcohol permitida en el momento de su trágico accidente son una buena prueba de ello.

Me ha gustado el artículo, gracias manolo.

Anónimo dijo...

Gran articulo...mucho trabajo y muy bueno.Falta el nombre de Keon Clark z-bo que dijo hace poco que no jugo un solo partido sin beber...y que incluso bebia en el vestuario

mojon dijo...

Vaya peazo de articulo, muy bueno el relato de la noche fatal.

Anónimo dijo...

Casi lloro.

Brut

Maverik dijo...

Grandísimo articulo. Para mi Bias representa a la perfección el término Angel Caído.

Que Red Auerbach se fijara en Bias dice mucho dl chaval aunq yo siempre tendré mis reservas.

La gracia d Jordan, y eso es algo q muchos quieren obviar, es q cada año era mejor. Esa es la gran diferencia entre Jordan y los demás.

En los ochenta, el jugador universitario q más proyección tenía, el hombre q según todos -Auerbach incluido- estaba destinado a reinar era Ralph Sampson. ¿Cuantos se acuerdan hoy en día d Ralph Sampson?

Como siempre, para gustos los colores. No seré yo quien replique a los analistas americanos...

Anónimo dijo...

felicidades pero ¿no se parece mucho al reportaje publicado en acb.com por

Manuel dijo...

La parte de la última noche es un resumen de ese artículo de la ACB que comentas, el resto es de distintos medios americanos.

Anónimo dijo...

Pedazo de articulo...
Muy bueno, poco mas que decir

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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